El gran portón enrollable negra mide unos cuatro metros de ancho por cinco de ancho, y destaca claramente en el edificio del departamento de desarrollo de TRUMPF en la sede central de la compañía en Ditzingen. Junto al portón hay un pequeño lector de tarjetas. Cada vez que un trabajador de TRUMPF coloca su identificación en el lector, se oye casi siempre el mismo sonido largo. Si el lector parpadea en rojo, eso significa "Acceso denegado". Un cartel junto al portón aclara por qué casi nadie puede acceder al interior. En él puede leerse "Área de ensayos. Prohibido el acceso y realizar fotografías". Aquí TRUMPF investiga en el futuro de sus tecnologías.
Tenemos que hacer una llamada a Jürgen Brandt, si queremos acceder al otro lado del portón. Nada más colgar se abre el portón negro. Tras él aparece una gran nave con unas 25 máquinas de TRUMPF. Solo podemos intuir que se trata de instalaciones de corte por láser, máquinas de soldadura, células de plegado, ya que los trabajadores las han desensamblado en sus diferentes piezas. Por todas las esquinas hay alguien atornillando, montando y probando. Jürgen Brandt sonríe y saluda como diciendo: "Venga, sin miedo".
Dando vida a las máquinas de TRUMPF
A sus 65 años, el laboratorio de ensayos y construcción de prototipos de TRUMPF es su reino, desde hace casi cinco décadas. "Este año celebro mis 50 años en la empresa", anuncia orgulloso mientras mira a su alrededor para añadir: "Conozco cada centímetro de este edificio y, lo que es más importante, cada una de las máquinas". En 1973 comenzó su aprendizaje en TRUMPF como troquelista. Desde entonces, a este hombre de familia no ha habido nada que lo haya alejado de su ciudad natal Ditzingen y mucho menos de "su TRUMPF". Jürgen Brandt se ríe: "Mis compañeros de escuela han estado cambiando constantemente de empresa. Quizás sus trabajos no les resultaban suficientemente interesantes. En mi caso ha sido siempre enriquecedor. En todos estos años no he tenido un solo día en el que me haya planteado buscar otra cosa".
Ensayar, probar cosas y simplemente hacerlas: ese ha sido el credo de Brandt desde el primer día. El área de ensayos fue y sigue siendo el lugar ideal para ello. Aquí llegó directamente de su formación y en un primer momento trabajó como tornero y fresador. Más adelante, se convirtió en jefe de equipo y hoy en día es el coordinador de las máquinas láser de corte plano. "Desde 1982 hasta hoy he contribuido al nacimiento de 74 máquinas TRUMPF", relata Brandt y muestra una lista Excel que sujeta en su mano. En ella ha documentado exactamente en qué año trabajaron él y sus colegas en cada innovación de las máquinas. En el resumen podemos encontrar el primer cabezal de punzonado hidráulico, el primer láser de CO2 o la primera máquina láser de corte plano con láser de estado sólido. "No hay ningún tipo de máquina en TRUMPF que no haya tenido entre mis manos", se congratula el festejado. Ha construido las máquinas, las ha probado, buscado fallos, mejorado, aportado nuevas ideas e incluso solicitado una patente. Siempre en estrecha colaboración con los desarrolladores y diseñadores, pero también siempre con la vista puesta en el cliente y el personal de servicio técnico. Jürgen Brandt necesita mantener la visión global para su trabajo.
Recuerdos en 36 gigabytes
En el centro de la nave de ensayos hay un contenedor rectangular con ventanas. Un vistazo a través del cristal revela que aquí suelen celebrarse reuniones. El espacio está decorado de forma espartana. Un mesa grande, una docena de sillas y una pantalla móvil en la parte delantera. Sobre la mesa, Jürgen Brandt ha desplegado innumerables fotografías. Es su historia en TRUMPF en imágenes. "Pero esto no es todo", señala. A continuación, abre su portátil, busca algunas carpetas con números de años y comenta: "Tengo fotos de mis prototipos, mis estancias en el extranjero y mis intervenciones en ferias". La unidad de disco muestra más de 20 600 archivos y 36 gigabytes.
Con la maleta a cuestas por todo el mundo
Lo más destacado de su colección de imágenes son los recuerdos de los 17 países a los que viajó para TRUMPF, entre ellos Australia, Sudáfrica, Singapur y Estados Unidos. "En realidad, mi puesto de trabajo estaba en la nave de ensayos en Ditzingen. Pero como conocía tan bien las máquinas de TRUMPF, venían los compañeros de servicio técnico a preguntarme cuando no sabían qué hacer". Jürgen Brandt es especialmente conocido por un área particular: era el experto en máquinas de impacto. Si en algún lugar del mundo se producía una colisión en una máquina entre la chapa y el cabezal de corte, allí tenía que acudir. En ocasiones, para disgusto de sus jefes. "El personal de servicio técnico me llamaba, me decía en tono de broma 'Jürgen, has ganado un viaje' y me largaba. A menudo no sabía ni siquiera exactamente a dónde iba, simplemente salía volando", recuerda Brandt. Y de este modo ha viajado por medio mundo.
Las despedidas siempre son difíciles
Aunque a Jürgen Brandt le encantaba la aventura en el extranjero, también apreciaba la buena convivencia en casa. "Todavía me acuerdo cómo nuestro antiguo jefe Berthold Leibinger se acercaba una y otra vez a nuestro puesto de trabajo. Quería saber cuándo estaría lista la siguiente máquina, al fin y al cabo, de eso dependía el negocio", comenta Brandt. A día de hoy, no se cansa de asumir nuevos retos cada día. "Para mi no hay problemas, solo cosas que no funcionan al 100 %. Soy un manitas que solo está contento cuando ha encontrado la solución", dice con una sonrisa. Señala a una instalación de corte por láser en la nave de ensayos. Anda ahora optimizando el recorrido del cable para el cabezal de corte transversal. Probablemente sea uno de sus últimos proyectos. En octubre se jubila.
"Claro que me alegro, en algún momento hay que decir adiós. Tengo cinco nietos, me encanta tocar la batería y también me gusta hacer chapuzas en casa. Pero TRUMPF es mi segundo hogar. Vivo para TRUMPF", dice, visiblemente emocionado, y añade sonriendo: "No conozco otra forma, es como ir en bici a TRUMPF todos los días". Recoge la pila de fotos que tiene sobre la mesa, cierra las imágenes del portátil y se dirige hacia el portón negro enrollable. Pulsa el botón de apertura del portón que se pliega hacia arriba. Brandt cruza y comenta: "A veces debería haber disfrutado aún más de mi tiempo aquí". Al cabo de unos segundos, se oye un sonido sordo: la puerta enrollable negra se cierra detrás de Jürgen Brandt. Y la nave de ensayos vuelve a quedar oculta.